domingo, 27 de abril de 2014

Ocho apellidos vascos

Título: Ocho apellidos vascos
Título original: Ocho apellidos vascos
Dirección: Emilio Martínez-Lázaro
Géneros: Comedia, romance

"Se está haciendo la dura, eso es muy típico de las chicas vascas de aquí; eso y cortarse el flequillo que parece que le han dado un hachazo."

Rafa es un joven señorito andaluz que no ha tenido que salir jamás de su Sevilla natal para conseguir lo único que le importa en la vida: el fino, la gomina, el Betis y las mujeres. Todo cambia cuando conoce a la primera mujer que se resiste a sus encantos: es Amaia, una chica vasca. Decidido a conquistarla, se traslada al pueblo de las Vascongadas, donde se hace pasar por vasco para vencer su resistencias. Adopta el nombre de Atxon y varios apellidos vascos: Arguiñano, Igartiburu, Erentxun, Gabilondo, Urdangarín, Otegi, Zubizarreta e incluso Clemente.

Después de casi un mes queriendo ver esta película, debo decir que pocas veces en mi vida me había reído tanto.
Ocho apellidos vascos nos narra la historia de Rafa, un tío sevillano que es el estereotipo que nosotros entendemos por andaluz. Un día, en el bar, empieza a contar chistes sobre vascos (uno de muy mal gusto relacionado con la Gonorrea), con tan mala suerte que allí también se encuentra Amaia, una chica estereotipo vasca, celebrando su despedida de soltera. Bueno, despedida de soltera por llamarla de alguna manera, porque en realidad sólo unos cuantos días antes su prometido Antxon la había abandonado. Entre una cosa y otra, acaban durmiendo juntos. Sí, sólo durmiendo. Pero ella se vuelve a Euskadi dejándose su bolso en casa de Rafa. Así que este coge y, con la dirección que pone en su DNI, va a las Vascongadas para devolverle sus pertenencias y "terminar el trabajo que dejó a medias". 
Ya no cuento más, que entonces os fastidio la película entera. 
Debo decir que aunque la película me ha sorprendido para bien, mi experiencia en el cine fue bastante nefasta. Hacía mucho que no iba, y me esperaba una convivencia agradable y apacible. En primer lugar: cogí el pase de las tres y media, por lo que estaba recién comida, pero aún así llegaron personas con bols de palomitas más grandes que mi cabeza, me venía el olor, y me daban arcadas. En segundo lugar: el tío que estaba sentado a mi lado. Estaba todo el rato con el Wuasap (si vas a estar con el móvil, ¿para qué vas al cine?), y encima se reía de los chistes que menos gracia hacían. Llamadme rara.
Pero no, la peli me encantó. Su humor se basa básicamente en los estereotipos sobre los andaluces y los vascos (menos mal que no han hecho la película sobre madrileños), en el humor de toda la vida y en el pelo de Amaia. Lo que más molaba era ver como Rafa se metía en todos los líos del mundo por fingir ser vasco, y la facilidad con la que salía de ellos. Ni Light Yagami lo hubiera hecho mejor.

    

1 comentario:

  1. ¡Hacía mucho tiempo que no me reía tanto en el cine, la vería mil veces!

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